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Escuela y mundo digital

Hace unos días se publicó un artículo en El Confidencial, en su espacio de Tecnología, en el que se contaba la experiencia de varios docentes de historia que utilizan Twitter y Youtube en sus clases para que el alumnado comprenda y asimile la historia con un punto de vista actual y cercano. Se trata de motivar al alumnado, de acercar los problemas y acontecimientos históricos a su mentalidad y a su forma de aprender y pensar. Se trata también de fomentar en el alumnado una mayor creatividad y autonomía y de hacerlo protagonista de su aprendizaje. Son bastantes experiencias que demuestran la tendencia cada vez más extendida de usar las redes sociales para el aprendizaje y para que el alumnado se dé cuenta de que con las redes puede aprender y enseñar y de que no sólo sirven para cuestiones de ocio o insustanciales.

En este caso no voy a entrar en el análisis de unas experiencias de las que participo y con las que estoy completamente de acuerdo puesto que yo las utilizo en clase de 2º de bachillerato, tanto en la materia de Historia de España con la iniciativa #temaxtuit, que ya lleva cuatro años de experiencia y que consiste  en resumir los temas poniendo tuits con esa etiqueta, como en la optativa de Patrimonio con la actividad #patri2TFB en la que el alumnado difunde sus proyectos fin de bachillerato tuiteándolos o como los vídeos que utilizo para mis clases flipped. Lo que quiero es aprovechar ciertos comentarios que se han realizado en ese artículo para plantear de nuevo la necesidad urgente de un cambio de enfoque sobre el aprendizaje, la escuela y la educación.

En esos comentarios se plantea que la historia sólo puede aprenderse de memoria, que estas actividades son insustanciales, que no aportan aprendizaje, que sirven para consignas pero no para la reflexión, que sirven para adocenar al personal, que no se está preparando al alumnado para enfrentarse a documentos y textos, que el flipped no es nada nuevo y que, sospechosamente, los resultados son siempre muy buenos y todos los que lo desarrollamos estamos muy contentos y felices.

Pues bien, estos comentarios son lo que me dan pie a plantear la necesidad de un cambio de enfoque. Primero por simplistas y reduccionistas puesto que parece que todo el día se están viendo vídeos y se tuitea de manera compulsiva. Tras esa crítica feroz y simplista se encuentra la visión tradicional de la Escuela como templo del saber donde la letra entra con sangre, se memoriza todo, que está muy alejada de la realidad del alumnado y que no termina de entender la necesidad de un cambio de paradigma educativo. Frente a esta visión apocalíptica del desastre de una Escuela y una Educación en declive por desarrollar aprendizajes superfluos e insustanciales, está la visión de la necesidad de que la Escuela y la Educación adapten las nuevas formas de aprendizaje, que utilicen los medios que se utilizan fuera de las aulas para aprender también dentro, acercando el aprendizaje informal al formal, porque no hay muerte más segura de la escuela que alejarla del mundo que la rodea.

Y, ahora sí, explicaciones. No estamos todo el día tuiteando ya que es una actividad más de todas las que hacemos (investigaciones, exposiciones, trabajo cooperativo, debates sobre textos e ideas, elaboración de productos como vídeos, infografías, presentaciones, etc., y uso de redes sociales para difundir lo aprendido y lo que podemos enseñar) y no estamos todo el día viendo vídeos pesados y aburridos, sino uno por tema que sirva para introducir el tema y poder trabajarlo en clase. Es decir, se hacen resúmenes y esquemas, se reflexiona, se asimilan contenidos y conocimientos, se fomenta el espíritu crítico y nos acercamos al mundo del alumnado para que comprenda mejor la historia. Nuestros alumnos usan las redes sociales como una herramienta más, porque están en la calle, porque están en su mundo, porque no podemos usarlas fuera y negarlas dentro del aula. Y el alumnado se divierte, participa y ve la historia como algo que le puede ayudar a entender el mundo que le rodea. Podemos, en definitiva, elegir entre enseñar como siempre o enseñar como nunca.

Mis padres me decían, y sigo escuchándolo por ahí (aunque, la verdad, cada vez menos), que las cosas no se aprenden de memoria, que hay que entenderlas. Sin embargo, de pronto y ante la «invasión» de un nuevo enfoque de la enseñanza de la historia, parece que muchos piensan que sólo memorizando, leyendo textos lejanos y ajenos al alumnado y siguiendo con la visión de una materia árida y aburrida se puede aprender historia. Desde luego es la mejor receta, como dije antes, para la muerte de la escuela.

Y nosotros queremos resucitarla, insuflarle aire fresco. Que la Escuela no muera.

AUTOR

Manuel Jesús Fernández

Todos los relatos por: Manuel Jesús Fernández

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