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Evaluación. Los 1.500 metros

La semana que viene empezamos un curso sobre evaluación organizado por el CEP de Jerez en el que espero poner mi granito de arena para dar pasos firmes hacia una verdadera evaluación del aprendizaje del alumnado. Por ello, he vuelto a plantearme este tema clave del que llevo tiempo difundiendo en redes y diferentes medios que podemos enfocarlo como un proceso o como una meta, es decir, podemos prestar más atención al el recorrido del proyecto, el trimestre, las unidades didácticas, etc., o poner nuestro objetivo en el final, en la meta. Si usamos el primer punto de vista lo importante será el aprendizaje y la valoración que hacemos de su evolución. Si, por el contrario, planteamos el segundo, lo importante será el resultado final. Por eso, desde el primer enfoque estaremos realmente evaluando y desde el segundo, sobre todo, calificando. El problema, entonces, reside en que muchas veces estamos tan preocupados por cómo calificar, cómo llegar a la meta, que se nos olvida que para llegar a ella hay que recorrer un camino muy largo, el proceso. Y que si la carrera la preparamos bien, la meta no debería ser ningún problema. Por tanto, la evaluación podemos plantearla como una carrera de atletismo.

Y, entonces, me acordé de que hace poco vi a Fermín Cacho recordando su medalla de oro en los 1.500 metros en las olimpiadas de Barcelona en aquel mágico 1992 y me acordé de aquellas maravillosas carreras de Abascal, de José Luis González y del propio Cacho. Años que tiene ya uno.

Y, listo, ahí estaba el símil perfecto: la evaluación es como una carrera, sí, pero de 1.500.

Para mi es la prueba reina del atletismo porque se necesita una mezcla perfecta de fondo, resistencia y velocidad y una estrategia muy bien planificada. Por querer llegar el primero pronto, pensar en la meta antes que en el camino, podemos desfondarnos y tener un mal resultado. Si, por el contrario, guardamos muchas energías se nos pueden ir los demás y tener, de nuevo, un mal resultado. Para que no ocurra ni una cosa, ni la otra, hay que medir bien las fuerzas y saber qué ritmo marcar para no perder comba en el camino y llegar fresco a la meta. O lo que es lo mismo, no podemos obsesionarnos con los últimos 100 metros, la fatídica, abominable y antipedagógica semana de exámenes de evaluación, y olvidarnos de los otros 1.400 que es donde podemos cimentar la victoria final: actividades, tareas, productos, pruebas, etc. Y para eso hace falta, sobre todo, un buen diseño de la evaluación. Digo de la prueba.

Así que nada, al tartán. A entrenar. 

Seguiremos compartiendo detalles del curso.

 

AUTOR

Manuel Jesús Fernández

Todos los relatos por: Manuel Jesús Fernández

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