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Se cayó el sombrajo

Estamos terminando el curso 2018-2019 y durante estos últimos días de clase me han ocurrido una serie de anécdotas que considero muy sintomáticas de la situación de nuestras escuelas, porque creo que inciden de manera muy clara en los problemas que arrastra la institución relacionados con la indefinición de objetivos y, por consiguiente, con la falta de coherencia del sistema. Vamos con ellas.

Durante este curso he sido tutor de un grupo de 3º de ESO, de esos grupos que tradicionalmente llamamos “buenos”: buenos expedientes, buenas notas, bilingües (no todos), familias preocupadas, etc. Después, sin embargo, ha resultado ser (no todos, pero sí aproximadamente un 80 %) un grupo excesivamente charlatán, poco respetuoso con el profesorado y demasiado exigente en cuanto a las notas y no por su esfuerzo sino sólamente porque habían tenido buenas notas hasta ahora. Bueno, pues las anécdotas son todas de este grupo de mi tutoría, que es con quiénes más tiempo he pasado, observando sus actitudes e intentando hacerles ver que deberían fijarse más en sus defectos y no echar siempre la culpa a los demás.

En primer lugar, al final del curso hemos estado haciendo el Trabajo Fin de Curso, el TFC. Y claro, aunque hayamos trabajado por proyectos durante el curso a este perfil de alumnado se le hacían muy extrañas varias cosas. Una, no tener que estudiar para hacer exámenes finales o recuperaciones como en las demás materias del curso y como habían hecho siempre. Otra, tener que trabajar en clase: crear el Site, organizarlo, decidir los temas que tenían que estudiar, buscar la información y pasarla al Site, buscar imágenes y vídeos de cada tema, compartir las imágenes en Instagram y hacer un vídeo resumen. En fin, mucho trabajo. De ell@s. Y, lógico, llegaron las quejas y las dudas. La primera, que para qué hacían eso y la segunda que por qué no hacían un examen y ya está. Esta última pregunta era más bien retórica, puesto que no hemos hecho exámenes convencionales durante el curso (bueno, sí, los exámenes comunes que ha fijado el centro) y era más una demostración de cierta desesperación porque, aunque han trabajado de manera activa conmigo durante todo el curso, este hecho sigue siendo una anécdota dentro de una trayectoria escolar mayoritariamente pasiva y, creo que, demuestra uno de los principales errores de nuestro sistema educativo: el mantenimiento de unas formas pasivas de aprendizaje, basadas en el simple memorismo y que les sirve, sobre todo, al perfil de alumnado del que estamos hablando para ir aprobando o sacar buenas notas. Lo de aprender ya no sé yo si también.

A la primera pregunta de por qué hacían el TFC yo les contesté que para poder evaluar de manera mucho más clara el desarrollo de las competencias y, sobre todo, de la competencia digital. Sus caras eran un poema: “compe..qué”, “maestro, háblame en cristiano, ¿qué es eso de la competencia digital?”. Un sombrajo se cayó en ese momento. Mira que se lo he explicado continuamente y desde principios de curso, pero, nada, la tradición de los libros de texto, los contenidos, los exámenes y las notas es muy poderosa.

Y, el colmo. Jueves a tercera hora. Vienen sólo algunos alumn@s y preguntan por sus notas. Les digo que sólo les puedo decir las mías (que ya las sabían) pero que la evaluación estaba bloqueada y no podía ver las demás. Lógica desilusión porque tenían que esperar al 25 en iPasen o al boletín del día 26. Pero, lo curioso es que cuando llegaron estaba pasando la valoración de la adquisición de sus competencias, iniciado, medio o avanzado, según unos coeficientes establecidos por el centro para cada competencia y cada materia y creían que eran sus notas. Cuando comprobaron que no, preguntaron dos cosas: una, ¿eso qué es y para qué sirve? y la otra si el avanzado correspondía a notable y sobresaliente. En fin, el sombrajo caído fue esparcido por los alrededores de manera violenta.

Esa es la triste realidad. Preocupación por aprobar y por la nota, hábitos muy pasivos de aprendizaje (con los que han ido perdiendo su propia responsabilidad ante el aprendizaje) e ignorancia extrema en relación con las competencias que deberían ser sus referencias de aprendizaje. Después de once años. En esos años, algunos hemos luchado y lo seguiremos haciendo por cambiar la mentalidad de familias, alumnos y, sobre todo, docentes y vemos que no cuaja, que no avanzamos o, al menos, no al ritmo que se debería haber hecho después de tanto tiempo.

Termina el curso y habrá que recoger los restos y levantar de nuevo el sombrajo. Con mejores palos y previniendo el vendaval con más trabajo en equipo, más coordinación, más información al alumnado y a las familias y mayor conciencia (léase formación) del profesorado sobre lo que de verdad tenemos que evaluar y sobre en lo que de verdad tiene que formarse nuestro alumnado

Podría conformarme con todo lo hecho durante el curso, pero es pan para hoy y hambre para mañana, es un oasis muy pequeñito dentro de un desierto muy extenso.

AUTOR

Manuel Jesús Fernández

Todos los relatos por: Manuel Jesús Fernández
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