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No interesa

En la segunda sesión del curso «Haciendo Historia», que estamos compartiendo para los docentes de ciencias sociales del CEP de Sevilla, estuvimos tratando las posibilidades que ofrece el aprendizaje inverso para poder desarrollar metodologías activas en el aula y cómo poder diseñar proyectos de aprendizaje desde el currículo. Para comprobar todo esto, les planteé que diseñaran actividades partiendo de varios estándares, elegidos al azar, de 1º de ESO. Y salieron ideas bastante interesantes que me llevaron a plantear algo que compruebo en cada formación: la potencialidad de la inteligencia colectiva docente, lo que provocó un debate muy intenso sobre la formación docente, la necesidad de coordinación metodológica en los centros y las incoherencias del sistema escolar, desde la indefinición sobre los instrumentos y criterios de calificación y evaluación hasta la propia incoherencia de pruebas externas memorísticas.

En ese contexto, planteé, para caldear más el ambiente, dos propuestas que llevo algún tiempo defendiendo, para acabar con el predominio casposo y abusivo del aprendizaje tradicional que mantiene a la escuela aislada y recluída en tiempos inmemoriales, en la UVI, como dice algún que otro docente.

Una es la reducción de las horas de clase para crear en los centros una bolsa de horas de formación y coordinación en horario lectivo que permitirían mantener reuniones para diseñar proyectos, tareas, intercambiar experiencias propias y ajenas y mejorar las prácticas docentes y que contaría, lógicamente, con el compromiso de elaboración y puesta en práctica en el aula de todo lo diseñado y coordinado.

La segunda es cambiar las pruebas externas o reválidas por proyectos finales de etapa, de Primaria, Secundaria y Bachillerato, que ayuden a convertir las escuelas en centros de I+D+i.

Ninguna de las dos es fácil de implementar y de llevar a la práctica. Hay mucha tela que cortar desde el punto de vista organizativo, legal o formativo, por poner sólo algunos ejemplos; pero sólo es imposible lo que no se intenta. Supondrían muchos cambios y, sobre todo, de esos que cuestan más trabajo asimilar, de los de mentalidad. Y necesitaría mucha inversión.

Por eso, me temo que no veremos nada de esto. Pero, seguiremos quejándonos de lo mal que van las cosas y seguiremos buscando las soluciones en las mismas recetas de siempre. Así nos va. Y, por desgracia, nos seguirá yendo. Porque, hacer cambios de verdad, estructurales y rompedores, no interesa.

AUTOR

Manuel Jesús Fernández

Todos los relatos por: Manuel Jesús Fernández
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