Puertas cerradas, pasos prohibidos, pases de tránsito. La Escuela cerrada. La Escuela aislada. La Educación y el Aprendizaje aplastados por una disciplina férrea que aleja a la Escuela de la realidad que la rodea.
Llevo pensando y diciendo durante mucho tiempo que la Escuela no puede vivir de espaldas a la realidad y que tampoco puede ser un centro de forja de voluntades. Si acaso, debe ser un sitio donde se aprenda a convivir, a ser, a compartir, a tolerar, a cambiar este mundo tan injusto. Donde el currículum sea una palanca para el cambio y no para el adocenamiento.
Me da mucha pena ver Escuelas cerradas. Escuelas que hablan de disciplina y no de convivencia. Escuelas que piensan en estandarizar y homogeneizar el aprendizaje en vez de personalizarlo. Escuelas que le dan más importancia a unos contenidos inmensos y vacíos de significado para la mayor parte del alumnado que a las competencias o a la autonomía y capacidad crítica del alumnado. Escuelas que coartan la creatividad del alumnado para evitar salirse de un guión preestablecido por los prejuicios de la administración, de algunas familias y de algunos docentes.
Me da pena ver todo esto. Porque es el fin de la Escuela como lugar de aprendizaje y de cambio. Porque la Escuela cerrada es la Escuela muerta.
Y, sin embargo, creo que la Escuela. Abierta.
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