Leía hace poco un interesante artículo, otro, de Dolors Reig en su blog El Caparazón en el que trataba, en definitiva, la influencia del mundo digital en el que vivimos sobre los cambios sociales y en cada uno de nosotros de manera individual, al estar insertados en esa sociedad red en la que nos desenvolvemos. Y me acordé de una anécdota de clase que puede ilustrar parte de esos cambios rápidos, muchas veces imperceptibles, pero que no dejan de ocurrir y que nos hacen pensar y reflexionar sobre la lentitud de los cambios escolares con respecto a los cambios sociales.
En clase usamos los ordenadores, fijos o portátiles, del centro y hemos empezado este trimestre a utilizar el correo del centro, crear blogs y compartir documentos y presentaciones en Google Drive. Y claro, muchos alumnos, casi todos. me preguntaban: «maestro, ¿dónde está la arroba?».
No puedo negar que mi primera reacción fue pensar en la poca competencia digital del alumnado. Pero, pensando en que eran muchos quienes lo preguntaban, en su cara de cierto asombro ante el teclado que tenían delante y en la edad que tienen, 12 años, lo que pensé después fue que esta generación, ya no será la Z entonces, sino otra distinta (si es que van a seguir existiendo según en artículo mencionado arriba) que se identifica con el uso del móvil, que sólo reconoce su teclado, que ese es su interfaz, su medio de expresión y su forma de escribir.
Y que el antiguo e incompetente era yo, claro.
En la Escuela, y en muchos ámbitos pero creo que en la Escuela más, nos hacemos composiciones de lugar y seguimos unos esquemas de pensamiento y actuación que cuestan mucho cambiar y que pensamos que son permanentes, estables, seguros, o que creemos que nos hacen estar de manera estable y segura en nuestra tarea docente, pero eso es cada vez menos cierto porque el mundo de fuera (la familia, la tecnología, las formas de lectura y expresión, la comunicación o la información) cambia tanto y tan rápido que esas bases se desmoronan continuamente.
De forma que la cuestión sobre dónde está la arroba se convierte, al menos así lo he vivido yo, en un símil de la necesidad de acercar la Escuela al mundo que le rodea y de la necesidad del docente de estar preparado para la incertidumbre y lo desconocido. Saber afrontarlo.
Así que ellos ya saben donde está la arroba y yo sé dónde estamos, cuál es el medio en el que nos desenvolvemos. Me han dado una gran lección.
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