Los spinner se han puesto de moda, el alumnado los lleva al aula (un alumno de 1º de una de mis clases llevaba el otro día 5 en la mochila) y se han convertido en un objeto polémico. Han irrumpido en las aulas como un elefante en una cacharrería, de pronto y en masa. Es una moda más que pasará, como pasó la de la botellita o «bottle flip» que fue con la que se inició el curso, pero puede afectar al desarrollo del trabajo del aula hasta que se «normalice» o se pase la euforia. Este objeto me hizo pensar en los yo-yo y en mi época del colegio y me he dado cuenta de una serie de diferencias que, pensándolo bien, pueden darnos pistas sobre el cambio que estamos observando en nuestro alumnado.
Recuerdo que durante un curso (no me acuerdo cual, hace ya mucho tiempo) todos llevábamos el yo-yo y lo sacábamos entre clase y clase y jugábamos en los recreos intentando hacer el columpio, que era el culmen del experto jugador de yo-yo, pero ni por asomo se nos ocurría sacarlo en clase. Ahora el alumnado trae el spinner a clase y lo saca sin pudor y si se le llama la atención por ello, no entiende porqué se hace, Quiere sacarlo, quiere usarlo y lo hace, es su voluntad y no entiende que puede distraerse y distraer, ni que nadie le pueda llamar la atención por ello. Y si lo guarda a regañadientes, lo vuelve a sacar al momento. No admite negativas a su voluntad.
Como todo lo nuevo e inesperado, está creando reacciones desorbitadas y se habla de prohibirlos, de sancionar al alumnado, etc., etc., porque ese tipo de reacciones refleja también un cierto estrés docente. Creo, sin embargo, que no debemos caer en la trampa, ni en su juego, ni darle más importancia que la que tiene, pero comprendo que puede llegar a ser algo desesperante para los docentes. En mi caso, les explico que se distraen, distraen a sus compañeros, que no terminan sus tareas y les hago reflexionar sobre que si no lo hacen están desobedeciendo y no están trabajando en clase y lo guardan, aunque mirándome con cara de no terminar de entenderlo. No se trata de demonizar al cacharro porque posiblemente hasta tenga utilidad didáctica, sino de reflejar actitudes ante situaciones parecidas.
Qué esconden o, mejor dicho, qué muestran estas diferencias. Fundamentalmente, dos cosas: que las modas han existido siempre y seguirán y que llegan a la Escuela como a cualquier entorno de relación social y que el alumnado actual no termina de entender que se le ponga coto a su voluntad y a su deseo. No está acostumbrado a ello. Nosotros no sacábamos el yo-yo en clase, ni se nos pasaba por la cabeza. Ellos sacan el spinner cuando les apetece y no entienden que puede perjudicar al ambiente de trabajo en el aula porque por encima de todo está su deseo de girarlo. Muestran también una actitud demasiado irascible por parte de ciertos docentes, seguramente reflejo de una estrés profesional importante y reflejan, finalmente, una juventud consentida que tiene de todo y rápido y que no soporta un no como respuesta, sobre todo por parte de sus sus familias, que es lo que luego perciben sus profesores.
Cambios y permanencias que nos pueden dar una perspectiva más objetiva, que confirman unas realidades muy diferentes en nuestras aulas y que necesitan soluciones distintas y actuaciones conjuntas de familias y escuelas. Pero, sobre todo, tranquilidad, no alterarse… Pues a lo mejor tenemos que ponernos a bailar el yo-yo. O coger el spinner.
Y para despedirme os dejo este vídeo sobre el yo-yo. ¡Qué recuerdos!
Gelescalp
Qué bonito y qué recuerdos!!!
Entrábamos en el colegio con miedo, yo al menos.
Así que prefiero su indisciplina si tengo que elegir.
Un saludo.