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Elecciones, microrevoluciones y … (siempre) Galeano

Esta entrada se debe a un hecho anecdótico y puntual que me ocurrío después de las elecciones y que me hizo pensar y reaccionar ante el resultado del día anterior. Y me explico.

Ha pasado casi una semana de unas elecciones que han marcado unos resultados inesperados y que ha hecho correr ríos de tinta y megas de memes sobre diferentes aspectos de los mismos. El resultado ha sido el que ha sido y demuestra muchas cosas, la mayoría, para mí, desagradables, pero es la tozuda realidad.  En democracia no debemos caer en el menosprecio de las opciones elegidas por otros y que no nos gustan o no compartimos. Sólo tenemos que buscar explicaciones y soluciones para seguir avanzando y conseguir cambios en esta sociedad tan injusta. Y precisamente aquí entra la anécdota. Me encontré con un antiguo alumno, apoderado de Unidos Podemos en las elecciones, que me confesó su profunda tristeza, la falta de explicaciones ante los resultados y su creencia de que se estaba demostrando que no se podía cambiar nada porque todo estaba ya previsto. Nada de esto me sorprendió mucho porque es lo que pensamos y pensábamos otros muchos, quizá sin la rabia y el inconformismo de un chaval de veinte años. Sin embargo, me dijo algo que me dejó estupefacto y boquiabierto y que me dio mucho que pensar: «sólo nos queda gente como tú». Cuando después del susto, le pregunté qué quería decir, me dijo que era porque se necesitaban cambiar cosas en educación y que yo era uno de los que conocía que, al menos, lo intenta y lo lleva a la práctica. Y todavía sigo dándole vueltas.

Porque, uno de los aspectos que destacaría de estos resultados es la sensación de que se nos puede quitar de la cabeza que se produzcan grandes cambios coyunturales (y mucho menos estructurales) en la organización social y económica (y política) de nuestro país. Ha quedado claro también que hay miedo al cambio, que se prefiere dejar las cosas como están aunque no nos gusten que arriesgarse a cambiarlas. Ante esto, cabe el desaliento o llevar a la práctica el lema de «piensa globalmente y actúa localmente». Es decir, es la hora de las microrevoluciones. De aula, de centro, de barrio, de comunidad, de ciudad. Ir cambiando cosas que se puedan ir modificando y añadiendo nuevos esquemas y nuevas formas que vayan sustituyendo a las ya archiconocidas, a las trasnochadas, a las injustas. A las de siempre, que provocan que siempre sean los mismos los que manden. Hacer también posible el dicho: «si quieres cambiar algo, hazlo tu. No esperes que nadie lo haga por ti». 

Posiblemente, no sea la solución para arreglar de verdad este mundo injusto. Posiblemente, también, haya que hacer más. Pero, sinceramente, creo que es lo único que se puede hacer para desde esos pequeños cambios un mundo mejor. Puede que sea la única manera de mantener la ilusión.

Y así hacer posible el camino para llegar a un horizonte al que nunca llegamos pero que cada vez se parezca más a una sociedad más justa y que nos dé menos asco, porque como dice Galeano, «la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar». Por eso, como también nos dice Galeano, tenemos que curarnos las heridas y seguir, «porque mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo».

Que nadie decida por ti. Actúa.

AUTOR

Manuel Jesús Fernández

Todos los relatos por: Manuel Jesús Fernández
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