La nueva ley de educación, la LOMLOE, entra en vigor a partir del próximo curso. Por determinadas circunstancias, entre las que no son muy ajenas el hastío legislativo, la sensación de improvisación y de que, como alguien dijo, las leyes las hacen los maestros, no había echado mucha cuenta hasta que ha terminado el curso. Sin embargo, ahora que voy a un nuevo centro y estoy teniendo tiempo, y sobre todo ganas, de analizarla y desmenuzarla para su aplicación al aula, me he propuesto plantear varias entregas en esta página analizando, desde la perspectiva de las ciencias sociales o de geografía e historia, sus posibilidades metodológicas y didácticas, planteando su aplicación en el aula y, finalmente, las posibilidades que nos ofrece la evaluación. No va a ser, por tanto, un análisis exhaustivo y minucioso de la ley sino más bien un intento de aclararme yo y poder ayudar a compañeras y compañeros que puedan estar algo perdidos, cómo poder trabajar con ella, es decir, cómo aterrizar con la LOMLOE a pie de aula.

Y, sin entrar en detalle como ya he anunciado, creo que la LOMLOE, desde el punto de vista del aula, me viene a mi, y a otras muchas docentes, como anillo al dedo. Llevo, llevamos, muchos años diciendo que la clave para poder desarrollar las competencias y poder evaluarlas es la relación de los elementos curriculares y que como docentes debemos ser creadores o diseñadores de actividades y escenarios de aprendizaje. Y esos son dos principios fundacionales de la nueva ley. Además, también llevo pregonando durante muchos años que la Escuela debe mantener y fortalecer el contacto con la realidad que le rodea y ser una escuela productora y no meramente reproductiva, una escuela activa, que crea futuro y que sirve a la sociedad y no una institución que sea una mera espectadora de las injusticias sociales, económicas y climáticas que le rodean.

Como he dicho antes, creo que el planteamiento didáctico de la ley me viene, nos viene a muchas, como anillo al dedo, aunque encuentro en la ley una dificultad añadida a la mala prensa, a la improvisación y al recelo o rechazo de la mayoría de las docentes: la confusión terminológica. Competencias específicas, descriptores operativos, saberes imprescindibles o perfiles de salida son términos que pueden confundir, liarnos más de lo que ya estamos y hacernos olvidar todas las posibilidades que nos ofrece la aplicación práctica de la norma. Como dice el viejo chiste, «ya que sabemos decir película, ahora se dice flim», porque ya nos habíamos acostumbrado a nuestros queridos estándares de aprendizaje que ahora pueden identificarse con las competencias específicas, teníamos a nuestros entrañables contenidos que ahora son los saberes básicos a lo que se añaden los descriptores operativos y los perfiles de salida que añaden más elementos al guiso del diseño didáctico necesario, pero como en todo esto, desde el principio, lo importante es comprender la relación curricular horizontal entre esos elementos y que podemos ver en este esquema: