La que se nos viene encima. Durante estos dos meses hemos comprobado las deficiencias del sistema educativo y las grandes ventajas de la Escuela y ahora nos planteamos cómo volver. Pero,¿volver a qué, y cómo?
Quisiera volver a la Escuela que ha demostrado ser un lugar de socialización y de inclusión y no quisiera volver a un sistema educativo rígido, alejado de la realidad y casi completamente adigital (creo que este palabro no existe, pero para mi define muy bien la situación). Lo mismo que no quiero volver a un mundo que no sea sostenible y donde prime lo individual sobre lo social como el que nos ha traído hasta donde estamos.
Hay que buscar, conseguir, encontrar una “nueva” normalidad y, por lo tanto, una normalidad que nadie sabe a ciencia cierta cómo será, aunque cada uno de nosotros pensemos cómo debería ser. Y esa indefinición, esa incertidumbre, es difícil de afrontar desde instituciones asentadas y bien estructuradas como la Escuela, que tiene unos ritmos y unos hábitos de funcionamiento consolidados durante décadas y décadas y que han cambiado poco durante ese tiempo. Algo, a lo que además se une la gran influencia social de la institución.
La Escuela tal y como la conocemos (y no hablo aquí de experiencias individuales o colectivas minoritarias y más o menos conocidas) se caracteriza por la rigidez estructural y la diversidad funcional y eso provoca una gran paradoja que nos va a impedir conseguir una salida reconocida y más consensuada de esta situación. Porque por una parte se tiene una idea muy clara de cómo es la Escuela (aulas, materias, horarios, departamentos, ciclos, dirección, etc.) pero a la vez se ignoran muchos de los entresijos de su funcionamiento. Y un ejemplo de ello es la propuesta que parece que tiene más visos de plantearse: la escuela mixta, es decir, 15 alumnos en clase y 15 en casa. Pues bien, eso lo oye alguien ajeno a la Escuela y puede llegar a pensar que es una idea interesante. Pero, vayamos a lo desconocido: materias de 1, 2, 3, 4 e incluso 5 horas semanales, ratios inferiores o superiores a 30, grupos de desdobles, de PMAR, de refuerzo, de optativas (y sólo hablo de Secundaria y Bachillerato), recursos limitados (del centro y del alumnado y sus familias), espacios insuficientes, criterio que tendríamos que seguir para dividir al alumnado (alfabético, necesidades de aprendizaje, conciliación,…) o desdobles sin espacios, ni docentes, ni recursos suficientes.
O lo que viene a ser lo mismo: cualquier solución que se le dé a este tremendo problema será mala, porque todo lo que no sea volver a lo que había antes, con todas las lagunas enormes que hemos visto y entendido y que también habría que solucionar, será un parche que pagaremos durante mucho, mucho tiempo. Y no hay otra, es lo que hay y será lo que habrá, nos guste más o menos. O nada.
Hay muchas opciones, ya digo que, desde mi punto de vista, ninguna buena, ni quizá aceptable, y las que hay parece que siempre pasan por querer conjugar la educación con la conciliación familiar porque la Escuela se ha quitado definitivamente la venda: es también un lugar donde dejar a los hijos en una sociedad cada vez más ocupada laboralmente y por eso la escuela ha prestado un servicio social que parece que descubrimos también en estos días en su verdadera dimensión. Podemos rizar el rizo, poner en práctica ideas peregrinas o maravillosas, pero seguirán siendo parches que no cubrirán lo que hasta ahora la Escuela hacía y parece que nadie se daba cuenta.
Pero antes de plantear alternativas vamos a analizar lo que, para mi, ha ocurrido durante estos dos meses:
- Y de pronto, un teletrabajo. De un día para otro, sin casi preparar el asunto, sin saber muy bien qué y cómo y con una sensación de provisionalidad muy grande al principio para todos los sectores implicados.
- Y ahora, qué hago. Cómo también hemos visto, la falta de competencia digital y de hábito de trabajo no presencial de la comunidad educativa añadió un punto más de angustia a todo el mundo. Los docentes planteándose qué tareas manda, por dónde o cómo las corrige o las evalúa y el agobio del alumnado y las familias por los tipos y la cantidad de tareas que se enviaban, queriendo trasladar la clase presencial al mundo en línea.
- Que nadie se quede atrás. Hemos visto manifestarse de manera muy cruda la brecha sociodigital y la dificultad máxima de atender al alumnado con necesidades de apoyo en esta situación de confinamento
- Te las arreglas como puedas. Y, como siempre, el docente salvador, el docente como elemento clave para que el sistema no se hunda. Sin instrucciones claras ni coherentes cada uno ha hecho de manera más o menos coordinada un gran esfuerzo por soportar este cambio tan drástico en las condiciones laborales y de aprendizaje.
En definitiva, tres problemas: improvisación, alumnado que se queda atrás y un gran esfuerzo docente (también de familias y alumnos, pero el planteamiento de la entrada me traiciona).
Y en esa necesidad de buscar soluciones y alternativas, quiero compartir aquí lo que para mi pueden ser las soluciones menos malas, que pasan por dos escenarios y una decisión: lo dos escenarios serían la enseñanza no presencial y la enseñanza mixta y la decisión, que debería ser de cada Consejería, pero que me temo mucho que, si acaso, será de cada centro o sólo de algunos centros, sería una decisión de organización metodológica: trabajar por ámbitos, con franjas horarias y con proyectos de aprendizaje que simplifiquen el horario y el currículo y se centren en el aprendizaje competencial, ya sea en un escenario o en otro.
Pero la cosa, con ser muy complicada, no se queda ahí, porque el primer escenario, además de la decisión anterior, requiere corregir los graves problemas que ha creado. Pero, por eso mismo, ya podemos acudir directamente a sus soluciones. Por ejemplo, para la brecha digital desarrollar un plan integral para asegurar el acceso a Internet de toda la ciudadanía que, de paso, cubra otras necesidades ineludibles como las de la España vaciada y asegurar que todo el alumnado tenga algún dispositivo. Ya se ha hecho algo parecido en algunas localidades (Lebrija, por ejemplo) y en algunos centros. Sería más rentable, porque sería una medida general y podría solucionar muchos problemas, que otras inversiones de las que se está hablando. Para la brecha social, establecer planes locales de coordinación entre servicios sociales y centros para llevar tareas o solucionar problemas familiares más concretos (algo que también se ha hecho en estos dos meses). Además, ya no sería algo que ha venido de improviso, porque y nos hemos habituado, mal que bien, y tendríamos tiempo de organizar y coordinar mejor el aprendizaje en línea. Creo, sinceramente, que a pesar de lo que hemos pasado es la mejor opción sanitaria y organizativa. Seguiríamos echando de menos el contacto y la «vida» del aula, pero si solucionamos los problemas que ya hemos visto que existen, queremos volver lo antes posible a lo anterior y no volvernos locos con desdobles y/o alumnado en dos modalidades al mismo tiempo, presencial y en línea, o cuidar las medidas de higiene y de separación física, creo que es la opción menos mala. El principal problema de este escenario es la conciliación, pero es que con cualquier otro tampoco está garantizada y el riesgo de contagio y rebrote es mucho mayor.
Y del segundo escenario, qué decir, que no esté dicho ya. Es, creo, inviable organizativamente, a no ser que exista una apuesta fuerte por la decisión del trabajo por ámbitos y por una gran coordinación. Son muchas dudas sobre espacios, desdobles, condiciones sanitarias y de control del contacto físico o sobre compaginar como dije antes los dos modelos sin saber ni tener claro cuál sería el criterio para dividir los grupos. Y desde luego, creo que ejemplos cómo los que podemos ver en los vídeos y las imágenes de abajo no son muy alentadores, más bien todo lo contrario. Y, la verdad, para eso, prefiero lo de ahora con las soluciones pertinentes.
De todas formas, en ambos escenarios, creo que sí sería necesaria la educación presencial, al menos, del alumnado con NEAE pero siempre con las medidas preventivas y sanitarias más altas.
En definitiva, cualquier escenario de esa “nueva normalidad” escolar hasta que se vuelva a lo anterior, con los cambios, eso sí, muy necesarios que hay que adoptar, va a ser malo y no le demos más vueltas. Así que a ver qué hacemos para arrancar de nuevo y cómo lo hacemos. Trata de arrancarlo, anda, trata de arrancarlo.
Con esta reflexión sólo quiero, por una parte, mostrar mi opinión ante el final de este curso y, sobre todo, el inicio del que viene y, por otra, que se reflexione sobre si merece la pena forzar una vuelta presencial que no garantiza en absoluto una buena atención educativa ni, mucho menos, las mínimas condiciones higiénicas y sanitarias para la comunidad educativa. Nos queda mucho que ver, analizar y debatir. Seguramente no estaremos conformes con casi nada porque casi nada se puede hacer. Es como un callejón sin salida.
Salud!!!
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