Decían Bergman y Sams, en su libro Dale la vuelta a tu clase que a algunos alumnos se les da bien “jugar a la escuela”: atienden, estudian, sacan buenas notas en los exámenes…, pero no les interesa aprender.
Muchas veces, en el día a día del aula y en el de las redes, observo que seguimos jugando a la escuela: los docentes hacen como que enseñan, los alumnos como que aprenden y todo marcha como siempre en la rutina del día a día, o bien nos enredamos en polémicas o halagos sobre tal o cual metodología o herramienta y, sí, de esa forma también considero que contribuimos a seguir jugando a la escuela.
También muchas veces observo que se tocan de pasada, o simplemente ni se tratan, temas fundamentales para el presente y el futuro. Y ocurre esto con la excusa del currículo, como si no hubiera un currículo más importante que entender el mundo en el que vivimos, con sus injusticias, sus desigualdades, sus graves problemas medioambientales y sus oportunidades como la solidaridad, la colaboración, el trabajo en equipo, la potencialidad de las redes y, yendo un poco más allá, intentar buscar y plantear soluciones.
Si no hacemos esto, creo que seguiremos jugando a la escuela, vanagloriándonos de tal o cual metodología, proyecto o herramienta, pero sin ir al grano, al meollo de la educación y el aprendizaje: preparar para la vida.
Por eso creo que debemos pensar en una escuela de verdad que siempre trate y plantee soluciones a los problemas reales, que cualquier proyecto o explicación tenga como planteamiento tratar la injusticia, la desigualdad, el medio ambiente y los problemas cercanos al alumnado y que todo esto sirva de referencia para el trabajo en el aula. Además, deberíamos centrarnos mucho más en los motivos y no tanto en las manifestaciones y no quejarnos de que hay incendios, sino ver por qué se producen o no quejarnos de las islas de plástico, sino ver de dónde sale todo eso o porqué no interesa o no gusta el alarmismo sobre cambio climático o porqué, directamente se niega, quién lo niega y a qué intereses se debe esto.
En mi caso, y después de la experiencia de otros años, mi currículo en 1º y 3º de ESO van a ser los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los ODS, para concienciar al alumnado y a sus familias de la necesidad de cambiar de hábitos si queremos salvar el planeta. Que no basta con ponerse medallas por reciclar si se consume más de la cuenta o no se tiene ni idea de lo que es el comercio justo o la economía circular. Y para eso hace falta mucho trabajo de aula, de educación para la sostenibilidad, que debería ser la guía curricular de todos los centros y, si me apurais, de una futura y lejana ley educativa. Y en el caso de 3º con un proyecto compartido con Geles Fernández que ya comentaremos y compartiremos cuando lo tengamos más pulido.
Sé, también, que es muy complejo y que las condiciones no son las mejores (y menos con las noticias recientes sobre temas educativos), pero los docentes siempre nos hemos caracterizado por intentar hacer lo mejor para nuestro alumnado y este es un buen momento para seguir demostrndolo.
Así que os propongo que dejemos de jugar a la escuela y que hagamos de la escuela un lugar donde nazca la esperanza para nuestro planeta y sus habitantes. Una escuela de verdad. Una escuela para salvar el mundo.
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