El otro día vi en una página de docentes en Facebook una pregunta de una profesora: ¿evaluáis por estándares o como siempre? y no pude más que soltar una carcajada, o una mueca quizás, porque en esa frase creo que se encierra nuestro gran problema educativo como país.
Por una parte, refleja un gran desconcierto docente. Estándares, indicadores, competencias, objetivos, calificaciones….Qué hacemos para evaluar, cómo lo hacemos, para qué y porqué. Por otra parte, refleja que las normas educativas cambian tanto que, como hemos dicho antes, no nos aclaramos, pero también muestra que seguimos haciendo lo mismo cambie o no la normativa educativa. Adaptamos, o no, lo que hemos hecho siempre a las novedades y punto. También esconde o muestra, según se mire, que el concepto de evaluación no ha variado para la mayoría de docentes. Y, finalmente, demuestra la falta de orientaciones y de formación para la evaluación formativa y competencial que tiene buena parte del profesorado.
Y es que complicamos la evaluación porque no estamos acostumbrados a desarrollar la evaluación formativa y continua, que no es, como dijo algún compañero, examinar de todo y de cada vez más cosas conforme va pasando el curso, una expresión que demuestra fehacientemente que para muchos docentes evaluación y examen es la misma cosa y no concebimos los momentos entre exámenes como momentos de evaluación. Ni los docentes, ni los alumnos.
El desconcierto es todavía mayor desde que se tienen que evaluar competencias y destrezas y no sólo contenidos porque nuestros esquemas tradicionales saltan por los aires. El problema es que la alternativa oficial y burocratizada para evaluar de esa forma es muy compleja y eso provoca desasosiego docente por una parte e inmovilismo por otra, o como consecuencia de todo ello. Esto se ha agudizado con la LOMCE y sus estándares. Éstos, bajo mi punto de vista se han entendido y enfocado mal porque se están utilizando para evaluar y no para programar actividades de aula que es para lo que creo que nos son más útiles. Por eso existe una tendencia a cuantificar que hace que muchas veces se nos olvide el alumno y su trayectoria de aprendizaje durante el curso.
En definitiva, desconcierto docente en cuanto a qué y cómo evaluar, predominio de una evaluación no formativa sino meramente calificatoria y muchos cambios para no cambiar nada. Así nos va.
O sea, que como siempre.
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