Termina el curso. Se va con la sensación de haber perdido algo y, a la vez, con la idea de que todo ha cambiado. Y todo eso que hemos pasado y estamos pasando está dejando mucha huella, también en el campo educativo, donde creo que nos hemos dado cuenta de varias cosas:
- No puede haber una sociedad avanzada y justa sin servicios públicos blindados. Ha quedado claro lo de la sanidad, pero lo de la educación creo que no. Se mete en el lote de servicios públicos necesarios, pero creo que la mayoría de la sociedad piensa más en sanidad, pensiones o dependencia y menos en educación, lo que nos lleva al segundo asunto.
- La Educación no importa. Importa el turismo, la industria automovilística, los hostelería, que abran las playas,… La economía, en definitiva. Pero, la educación, nada. Triste, muy triste. Pero no nos rasguemos las vestiduras porque eso ya lo sabíamos, lo que ocurre es que ahora lo estamos viendo con toda su crudeza, porque algunos pierden el culo (con perdón, o no) pidiendo ayudas para esto o lo otro (incluso para algo tan necesario como la tauromaquia, ese «arte» sin el que no sabemos cómo hemos podido sobrevivir estos meses), pero sólo los sindicatos, algunos docentes o algunas asociaciones de familias han dicho esta boca es mía para pedir inversiones en educación.
- La Escuela ha demostrado su necesidad y el sistema educativo su fracaso. Ambos estaban en entredicho para muchos antes de la pandemia, pero ésta ha dejado claro que la Escuela como lugar de acogida, aprendizaje y socialización es muy necesaria y que lo que realmente fallaba y falla es un sistema educativo obsoleto y que, además, se aplica de espaldas a la realidad social
- La brecha digital sólo es un aspecto más de la amplia brecha socioeconómica que hemos ayudado a ensanchar por acción (recortes) o por omisión (#mascallaosqueenmisa) durante muchos años. Lo importante para un altísimo porcentaje de la población no es tener conexión o dispositivos, lo importante es tener un contexto de supervivencia asegurado. A partir de ahí, hablamos.
- De cualquiera de las formas en las que se pueda empezar el curso va a ser un desastre. Ya lo dije en su momento: va ser muy difícil arrancar de nuevo y no sólo por las imprescindibles cuestiones sanitarias mínimas, que también, sino, sobre todo, por la evidencia del fracaso del sistema. ¿Vamos a volver a lo mismo? Porque si es así, podremos, con suerte, salvarnos de los contagios pero nadie nos salvará del fracaso formativo de nuestra ciudadanía. Porque es curioso observar cómo, después de muchísimo tiempo enseñando (y entrenando) al alumnado, de manera directa o indirecta, que lo importante es aprobar, ahora muchos docentes se quejen de que el alumnado no quiera aprender y de que como tenían aprobada la primera y la segunda evaluación, no hayan hecho nada. Y es que nos lo hemos ganado a pulso gracias a la aplicación mayoritaria de un concepto de evaluación que se reduce a la calificación. Sería muy recomendable dejar de escuchar la cantinela de «maestro, ¿esto entra en el examen? por otras preguntas más cercanas al concepto de evaluación para el aprendizaje como «maestro ¿cómo puedo hacer esto mejor?».
- Se va a perder una oportunidad de las que no se repiten para mejorar la educación. Esto tiene mucho que ver con lo que importa la educación a la sociedad y a unos políticos ¿responsables? de este tema que han mostrado (bueno, mejor vuelto a mostrar) el desconocimiento del funcionamiento y de las necesidades de la Escuela. Es un momento único, por las condiciones del reinicio y por la caída de la natalidad, para sin aumentar excesivamente la inversión (iba a decir gasto, qué error), reducir ratios y aumentar la plantilla docente (aunque parece que algún consejero visionario y «concertado» no lo vea muy claro). Seguramente no se hará, no interesa (ni a la administración, pero tampoco a la sociedad, no nos engañemos), no «da de comer» (al estómago digo), aunque sepamos que una sociedad mal formada seguirá siendo una sociedad pobre.
Bueno, ¿y ahora, qué? Creo que para no volver a caer en los mismos errores y teniendo en cuenta la poca cuenta que nos echan (y no digo sólo los ¿responsables? políticos) y de que. cómo siempre, los docentes ( y aquí no se me olvidan los maltratados equipos directivos) salvamos las castañas del fuego, creo que una buen alternativa para aprovechar la situación sería un plan de centro que cuente con tres principios: inclusión, protagonismo del alumnado y digitalización y que que cuente con cinco puntos de actuación y que podemos ver en esta infografía:
Podemos, entonces concluir lo siguiente:
- Hemos terminado un curso muy complicado y vamos a empezar otro más complejo todavía. Porque este curso nos hemos adaptado a una situación, mal que bien y con un gran esfuerzo de la comunidad educativa, pero el curso que viene no sabemos qué escenarios o escenarios vamos a tener.
- Tenemos que resolver las dudas y los problemas como comunidad, teniendo en cuenta a todos los sectores. administración, docentes, familias, alumnado, asociaciones, ongs, etc.
- La indefinición y la incertidumbre sobre la vuelta nos está llevando a una parálisis que no ayuda a salir del atasco. Pero es muy cierto que es muy, muy difícil dar soluciones a problemas y situaciones que no sabemos ni nos imaginamos. Pero, sin duda, hay que tener un plan para la vuelta.
- Ante la falta de interés y el desconocimiento sobre educación sólo nos caben dos cosas: denunciar situaciones insostenibles y tomar medidas contra ellas y diseñar un plan de actuación de centro (lo más completo y coordinado posible) para el caso de que el curso funcione aunque sea a trancas y barrancas
- Va a ser un terrible error no aprovechar el momento para intentar solucionar los problemas de nuestro sistema educativo, principalmente saber para qué sirve, cuál es su objetivo, porque sabiendo esto, podremos buscar medidas para hacerlo.
Seguimos.
Salud!!!
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