Llegar a los 61 años y a 37 de profesor, o mejor, maestro, tiene algunos inconvenientes (como esa artrosis o esas hernias de disco que me están dando bastante lata) y algunas ventajas. Una, sobre todo: perspectiva. Y, desde esa perspectiva, me gustaría plantear un tema que siempre ha sido importante, pero que ahora se torna crucial: estamos ante una epidemia de deterioro y destrucción de lo público, en concreto, que es a lo que me refiero aquí, de la educación pública. Y llevamos tiempo también viendo sus síntomas: reducción de líneas públicas, mientras se mantienen o crecen las concertadas, reducción de plantillas, reducción de la inversión, fomento de universidades privadas mientras se reduce la financiación de las públicas y, ahora en Andalucía, también, reducción o eliminación de los planes y programas educativos (no sabemos todavía si una cosa o la otra porque la consejería y los «grandes expertos educativos» que la dirigen no tienen el valor de decirlo, y, si no, sigan este hilo de Twitter).
Es muy cierto que las administraciones educativas tienen dos defectos: la falta de recursos suficientes y una visión desde arriba, lejana y muy global y genérica de los problemas concretos del día a día en las aulas. La diferencia entre las dos que he vivido, la socialista y la conservadora reaccionaria es que la primera no tenía intención (aunque se le notara a veces poco) de destruir la educación pública y que la segunda eso lo disimula poco. Más bien, nada.
Y los motivos de todo esto no son educativos, son políticos. No son estrategias para un mejor funcionamiento o una mejora del aprendizaje del alumnado, es una decisión urdida y decidida en los cenáculos neoliberales, mundiales, europeos y españoles desde los años ochenta del siglo pasado, donde se trazaron las estrategias de destrucción del estado del bienestar porque ese estado les hacía pagar más impuestos a los ricos y no podían obtener tantos beneficios de «negocios» como la educación o la sanidad. Porque, digámoslo claro, la educación sólo les importa como negocio, no como formación de ciudadanos. A esa estrategia se le une otra paralela que ha resultado y está resultando muy efectiva: el fomento del individualismo y el desarrollo del trabajo precario que ha provocado la desmovilización de las masas y la pérdida de capacidad operativa de los sindicatos obreros.
Muy poco a poco, las grandes fortunas, los grandes fondos de inversión, las multinacionales nos están expropiando a las clases menos pudientes lo poco que tenemos: lo público, la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones. Todo esto lo han puesto en entredicho y como con otros negacionismos que salen de esa misma estrategia neoliberal, se han envuelto en una especie de negacionismo del estado del bienestar, remarcando y potenciando sus defectos y obviando e ignorando sus grandes ventajas para el conjunto de la sociedad. Estamos viendo y viviendo, en definitiva, el desmontaje inhumano, frío y calculado de lo público porque, como está ocurriendo en determinadas comunidades y cuando ha gobernado la derecha reaccionaria, lo que no se financia lo suficiente se deteriora y termina destruido, muerto, como ocurre con la educación, la sanidad, los servicios sociales o las pensiones y entonces se tiene que recurrir a la empresa privada que «salva los muebles» y se forra a manos llenas a costa de acabar con lo público.
Y, lógicamente, os preguntaréis qué podemos hacer ante esto y creo que, mucho me temo, que poco: sólo protestar, denunciar y movilizarnos. Pero no creo que este tema suscite, por ejemplo y por desgracia, el consenso que ha conseguido el gravísimo asunto de Doñana. Sin embargo, no queda otra y ahí deben tener todavía una fuerza importante los sindicatos educativos que parecen paralizados y adormilados sólo pendientes de ciertas mejoras salariales o laborales que son minucias ante lo que se nos viene encima.
Y, claro, luego está votar por opciones que defiendan lo público. Ahí sí le va a doler. ¿Lo hacemos la próxima vez? Hay que frenar los síntomas para parar la epidemia, porque la muerte asecha. Y será más amenazante mientras más años de gobiernos reaccionarios suframos.
A lo mejor, sólo a lo mejor, hace falta otra marea verde porque #QuierenDestruirLaEscuelaPUBLICA y no lo podemos consentir.
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