Ayer tuvimos la segunda sesión de la formación sobre ABP en el IES La Fuensanta de Córdoba. En la primera, a mediados de septiembre, vimos las posibilidades de desarrollo del proyecto del centro (una experiencia piloto para trabajar por proyectos en un grupo de 1º de ESO), aclaramos dudas y quedamos en vernos a mediados de noviembre para que les diera tiempo a asimilar la propuesta, conocer al grupo de alumnos, saber qué docentes componían su equipo, empezar a plantear algún pequeño proyecto de materia y ponerse de acuerdo en cómo iban a trabajar a partir del segundo trimestre. Por eso, la sesión de ayer fue de reflexión sobre lo que habían hecho y lo hicimos basándonos en la realización de un DAFO que nos sirvió de apoyo. Lógicamente, siguen existiendo dos grandes temas que concentran la atención y las dudas o «miedos» del profesorado: currículo y evaluación, pero, por encima de esas dudas, quedó claro el compromiso del profesorado participante de seguir adelante porque creen en lo que quieren hacer.
Como quedamos en septiembre, la sesión de ayer fue también para decidir un proyecto de trabajo, el suyo. Y el tema será el agua (muy apropiado para el nombre del centro, desde luego). Lo trabajarán durante el segundo trimestre desde varias áreas: al menos, lengua, matemáticas, biología, geografía e historia, idiomas y plástica, y aunque se realizarán diferentes producciones de cada materia, el producto final será una exposición de todos los materiales elaborados y no sólo para el centro, sino para que esté abierta al barrio con explicaciones del alumnado protagonista del proyecto.
A mí me gustó mucho la idea y toda la sesión vino a recordarme, y así se lo dije, la importancia de la inteligencia colectiva docente y lo importante que sería poder disponer de tiempo y espacios para poder reunirnos, coordinarnos y diseñar proyectos de aprendizaje. Proyectos de aprendizajes memorables para nuestro alumnado. Y para los docentes.
Esto me recuerda una vieja idea que lancé hace tiempo: si la administración quiere, de verdad, mejorar la educación, debería autorizar que el profesorado de los centros tuviera dos horas menos de clase a cambio de tener esas dos horas semanales de coordinación para diseñar y desarrollar proyectos de aprendizaje para sus alumnos. Pero es más fácil cambiar leyes que cambiar estructuras y enfoques. Y es más fácil, pero que mucho más, recortar que invertir.
Gelescalp
Atados de pies y manos a pesar de la ilusión