Es muy frecuente, desde el terreno educativo, utilizar la comparación de la profesión docente o de los cambios producidos en la escuela con el campo de la medicina y con los médicos más concretamente.
Así, quienes defendemos que en educación se ha cambiado poco nos referimos a los médicos como ejemplos de ese cambio necesario y hacemos las típicas comparaciones de que si preferiríamos a un médico que hace sangrados u otro que receta la medicina adecuada o si nos pondríamos en manos de un cirujano que no utilice laparoscopia porque no conoce el método y no lo cree conveniente. Pero, del mismo modo, quienes creen que se debe seguir sin cambiar tanto, utilizan el campo médico como ejemplo de la necesidad de esforzarse para acceder a sus estudios y la dificultad de estos, argumentando las horas de estudio y la cantidad de cosas que tienen que aprender para poder atendernos adecuadamente y siempre se utiliza el argumento de que cuando uno quiere formarse bien debe estudiar, memorizar y esforzarse porque no se pondrían en manos de un cirujano que tuviese que cónsultar en internet por dónde o qué cortar.
Pero, hay medicina para todo. Incluso en esos estudios de medicina mayoritariamente tradicionales se empiezan a utilizar metodologías innovadoras que están consiguiendo motivar al alumnado, que están consiguiendo que vuelvan a clase y no se limitan a deglutir apuntes por un tubo y que están consiguiendo darle la vuelta a la enseñanza y el aprendizaje de su materia. No son los únicos y se va avanzando poco a poco como nos lo demuestran los estudios de Alfredo Prieto en su blog, pero sí han tenido la virtud de contarlo de manera muy clara y convincente en este artículo, que contiene un vídeo muy clasificador, de la página The Flipped Classroom.
Seguirán existiendo quienes prefieran cataplasmas, sanguijuelas y bisturí. Yo me quedo con la laparoscopia. Hay medicina para todo.
Aquí os lo dejo:
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