Hoy ha empezado la última selectividad. Una prueba que ha marcado el futuro de nuestra juventud estudiantil durante mucho tiempo. Es la última y no tiene una alternativa clara puesto que a la selección del alumnado para cursar los estudios superiores que quieran o puedan, según su nota, se une una reválida para mí inútil y totalmente fuera de lugar. Parece que las van a unir en una sola prueba. Chapuzas. Es el reflejo de la obsesión de medirlo todo por un número, por la nota, y de darle importancia a un momento concreto, despreciando el proceso formativo.
En relación con lo anterior, creo que estamos de acuerdo en que el sistema educativo español se basa mayoritariamente en un aprendizaje de tipo memorístico y conceptual que prima el resultado (aprobar o suspender, sacar más o menos nota) sobre el proceso. Ya no estaríamos tan de acuerdo en que si eso es positivo o negativo. Para mi es muy negativo porque impide, aunque suene extraño, el aprendizaje del alumnado, que suele ser superficial y bulímico y centrado en el resultado. Y la selectividad y, por supuesto la reválida, propicia esto por lo que se ha convertido en uno de esos mantras repetidos para no salir de la zona de confort y así mantener ese aprendizaje bulímico, memorístico, mecánico y superficial. Siempre se ha puesto de excusa para mantener el tipo de aprendizaje tradicional y frenar cualquier intento, sobre todo en Bachillerato, de cambio metodológico. Para seguir escuchando al alumnado ¿pero, eso entra en el examen? Para que al alumnado no le importe el aprendizaje sino el resultado. Para seguir jugando a la escuela.
Estamos en una situación de cambio de modelo, de paradigma o de enfoque educativo (y no sólo educativo, por supuesto) y podríamos aprovechar esto para desarrollar una alternativa a la selectividad y a la reválida. Una alternativa que fomente el aprendizaje auténtico, la creatividad y la autonomía del alumnado: la realización de un trabajo final de bachillerato donde el alumnado desarrolle tesis de investigación, demuestre hipótesis, estudie un tema en profundidad, etc., etc. Yo lo llevo desarrollando dos años como complemento al sistema tradicional ya que, lamentablemente, no se puede cargar al alumnado con un doble trabajo en la situación de tensión continua en la que se encuentran en ese curso. Sé que otros centros quieren desarrollar ese modelo y que puede haber centros que ya lo hagan. Pero sería una alternativa magnífica para poder abandonar el aprendizaje memorístico y el afán por la calificación y fomentar el aprendizaje auténtico. Pueden existir varias fórmulas de desarrollo: trabajos individuales o en grupo, trabajos disciplinares y multidisciplinares. Pueden existir varios modos de realizarlos: todo el curso o el último trimestre. Y puede haber varios modos de evaluarlos: en el centro, por un tribunal externo por áreas, etc. Los Departamentos podrían crear líneas de investigación e incluso se podrían empezar desde primero. Habría múltiples variantes y, posiblemente, todas válidas. Aunque algunas más que otras, desde luego. Seguramente, de esa manera, colaboraríamos a desarrollar esa Escuela que sea un centro de I+D+i y no un templo del saber cerrado y críptico
Sinceramente, creo que nuestro alumnado aprendería más, sería más competente, más autónomo, más creativo. Estaría más preparado para la sociedad digital y el mundo líquido e incierto que nos rodea.
¿Y la Educación y la Escuela, no tratan de eso?
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Paula
Estoy totalmente de acuerdo contigo. La idea del TFB me parece muy creativa. Sería fantástico. Odio preparar a los alumnos para la PAU.
La evaluación no debe ser una puntuación basada en exámenes.