En las palabras pronunciadas durante el acto inaugural del IV Congreso de UCOERM se repitieron una serie de ideas de bastante enjundia para el presente y el futuro de la educación como la necesidad del aprendizaje permanente, de formarse para la incertidumbre, de fomentar la creatividad y la autonomía y de tratar temas de interés y de actualidad.
Las tres primeras se repiten casi continuamente en todas las propuestas o ideas que indican la necesidad de nuevas formas de aprendizaje y la cuarta me llamó la atención porque es algo que vengo defendiendo desde hace tiempo para las materias de sociales y que es algo que también sería bueno desarrollar en otras materias. Por ejemplo, este año, hemos hablado en clase de Cataluña, de inmigración, del cambio climático, del nombre de las borrascas, de violencia de género. De muchos temas, como seguramente habrán hecho muchos docentes.
Sin embargo, sigue costando mucho trabajo encajar estos temas de actualidad en el día a día del aula. Para muchos docentes, entretienen de lo importante: el currículo (bueno y del libro de texto, también). Hay que terminar el programa/libro y todos esos temas fastidiosos hacen que se “pierda” tiempo. La verdad es que es un tema complejo por esa duda sobre si merece la pena tratar un tema de interés y de rabiosa actualidad en detrimento de los temas o contenidos oficiales y “más curriculares”, y esto, muchas veces, se resuelve gracias a que los docentes valoran la importancia de ese tipo de información y de debates, porque el propio alumnado lo llega a proponer o porque surge de manera espontánea.
Por otra parte, también los docentes estamos un poco hartos de que todo tenga que resolverlo la escuela: machismo e igualdad, drogas, alimentación, cambio climático, emprendimiento, educación vial, convivencia, tolerancia, etc. Todo parece que lo puede arreglar la Escuela. Son esos temas o asuntos, que desde hace tiempo llamamos transversales, los que deben educar al alumnado en valores para prepararlos como buenos ciudadanos. Figuran en el currículum, son temas importantes para la formación integral de nuestro alumnado y, por tanto, se deben desarrollar en nuestras aulas, pero tradicional y mayoritariamente son temas que apenas se tocan o se hace de manera esporádica y tangencial porque, por desgracia, esos temas se quedan en los “días de”, como algo aislado, como algo añadido.
Creo que en esa disyuntiva planteada anteriormente, que podemos simplificar como actualidad o currículo, interviene el enfoque que los docentes le podemos dar al aprendizaje, que pensemos más en lo emocional o en lo “curricular”, más en un aprendizaje informal que en otro más formal, que veamos la relación del tema que se puede plantear con nuestra materia, que entendamos que el proceso de aprendizaje debe centrarse en el alumnado y no en los docentes o en los contenidos, que desarrollemos ABP y podamos montar un proyecto de aprendizaje sobre ello o que sigamos metodologías más transmisivas, que pensemos que tenemos que educar para que el aprendizaje se produzca “a través y en relación con la vida”, como ya dijo Dewey, o para simplemente acumular contenidos desconectados de la realidad pero que vienen en el sacrosanto libro de texto.
Por eso, muchas, demasiadas veces, esos temas transversales son, simplemente, temas tangenciales, temas de pasada, que apenas se abordan porque se consideran secundarios e irrelevantes ante un currículo oficial (del que curiosamente forman parte) tan extenso, y que se usa en la mayoría de las ocasiones como excusa para seguir el temario y pasar de largo o no implicarse en temas complejos y con muchas aristas.
Por eso, intentaré seguir dándole más importancia a las emociones que al currículo, al aprendizaje informal e integral que al formal, al alumnado que a los contenidos, a diseñar proyectos cercanos al alumnado y a procurar que su aprendizaje se relacione con el mundo en el que viven.
Para intentar que su aprendizaje no sea tangencial e irrelevante, sino intenso, auténtico y…transversal.
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