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¿Qué estamos haciendo?

Un alumno llorando con un 9,5. Porque no tiene un 10. Otro alumno llorando porque al sumar los puntos de las distintas cuestiones me había equivocado en 0,25 y en vez de un 9 tenía un 8,75. ¿Qué estamos haciendo?

Pero, antes de intentar contestar a esta cuestión, primero, permítanme explicar que se trata de las calificaciones de esas pruebas comunes obligatorias en cada nivel que se hacen en mi centro y con las que no estoy nada de acuerdo como ya he comentado en alguna ocasión y, segundo, y muy relacionado con lo anterior, que todo ello no es nada coherente con el desarrollo de metodologías activas y la evaluación criterial que seguimos durante el curso.

¿Por qué ocurre este histerismo en relación con las calificaciones, en este caso en alumnos de 1º de ESO? Creo que hemos conseguido entre todos, familias, alumnado y docentes que lo que importe sea la nota, no si has aprendido o no. No importa que saques menos nota y aprendas más, sino sacar lo máximo aunque no aprendas nada, o poco. Importa la apariencia, el título, la media, no el aprendizaje.

Y relacionado con esto y con temas que han aparecido en las redes, como por ejemplo, las causas del fracaso escolar (de mi admirado Carlos González), o sobre el significado de juicio sumarísimo al alumnado que tiene muchas veces la evaluación (en este caso planteado por una alumna de mi también admirada Manoli Fernández), podemos plantear dos temas más: la responsabilidad del alumnado y el concepto de evaluación. Sobre este segundo tema creo que ya he dejado muy claro y muchas veces que la evaluación tiene que ser formativa y procesual si de verdad intenta servir para un mejor aprendizaje y no meramente calificatoria y clasificatoria porque si no llegamos a situaciones como las que se plantean al inicio. Y sobre el primer tema creo que al alumnado, en general y también, lógicamente, en este aspecto, se le ha ido descargando de toda responsabilidad tanto desde el ámbito familiar como el escolar y no asume nada de lo que le afecta porque siempre es culpa de otro, sobre todo del que está al otro extremo de la soga, del profesorado. El alumnado asume un papel pasivo en su aprendizaje por el que todo tienen que dárselo mascadito y ellos no tienen que hacer nada. De esta forma estamos creando entre todos frustraciones gratuitas y falsas en el alumnado que considera un fracaso con 12 años sacar un 9,5 y no un 10 y el propio sistema crea así alumnos frustrados, unos por no alcanzar el 10 y otros porque no llegan ni al 5 y, mientras tanto, no disfrutan del aprendizaje sino que sufre el implacable yugo de la nota. Pasan, así, por la escuela coleccionado notas y frustraciones. Aprender, ya si eso y si acaso, más tarde. O fuera de la Escuela, que es otra cuestión que daría para otra reflexión.

Al final, lamentablemente, lo que hacemos como afirmaban Bergmann y Sams   en su obra Dale la vuelta a tu clase. es seguir jugando a la escuela: los docentes hacen como que enseñan y los alumnos, algunos pocos, hacen como que aprenden y tienen buenos resultados y la mayoría va fracasando poco a poco en esa selva de la competitividad y del histerismo calificatorio.

Y yo me pregunto: ¿qué estamos haciendo? Y, sobre todo: ¿Y el aprendizaje…”pa cuando”?

PD: Los dos alumnos tienen un 10 en la nota final. Y no por el examen, que es el único que hacemos porque así lo ha decidido el centro, sino por lo trabajado y aprendido durante el curso.

AUTOR

Manuel Jesús Fernández

Todos los relatos por: Manuel Jesús Fernández

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