La regulación del uso de los dispositivos móviles en el aula, que no es lo mismo que usar el móvil en el aula, es un debate que se repite en las redes cada cierto tiempo y es un debate ficticio que esconde varios problemas educativos. El primero, entender el nuevo paradigma del aprendizaje digital, el segundo, entender y asimilar el aprendizaje informal, ubicuo, continuo y democratizado por la red y, el tercero, la necesidad de recursos para poder desarrollar la competencia digital. Los dos primeros aspectos creo que están más que trillados, pero el tercero es crucial para tomar decisiones desde el punto de vista de la inversión educativa y el desarrollo de la competencia digital
Hasta ahora, y corríjanme en las redes o en los comentarios si me equivoco, han existido tres opciones o modelos de desarrollo tecnológico en las aulas que paso a analizar, siempre desde mi punto de vista y desde mi experiencia docente y directiva.
El primero fue el modelo de “centro TIC” (2004-2011) por el que se dotaba de recursos a un centro esperando un buen uso de ellos. Diferentes causas como la falta de formación (no la falta de oferta formativa) docente, la reducida conectividad y, por consiguiente, la falta de uso, acabaron con ella, tanto por el desfase metodológico como por la aparición del segundo modelo, la Escuela 2.0 (2011- 2014), una nueva vuelta de tuerca que fracasó porque se volvió a dotar de recursos que quedaron completamente infrautilizados, posiblemente por las mismas razones que en el primero.
El tercer modelo es el de “arréglatelas como puedas”, un modelo desarrollado con lo que quedó de los otros dos, poco del primero y menos del segundo (excepto las pantallas de Youtube, digo las pizarras digitales) y con una mejora paulatina de la conectividad.
Todo esto se puede resumir en lo que le comento a mi alumnado cuando se queja de los ordenadores del centro y prefieren usar su móvil, de conexión y respuesta más rápida y al que están acostumbrados, y es que “cuando los ordenadores eran nuevos no teníamos buena conexión y ahora que tienen 15 años, y son muy lentos, la conexión es buena”.
Lo que ha ocurrido también es que del primero al tercero, tanto los dispositivos móviles como la red y el mundo digital han crecido tanto y han ofrecido tantas posibilidades que este modelo de “arréglatelas como puedas” ha derivado hacia modelo BYOD, que es un modelo adaptado a las condiciones del nuevo aprendizaje digital y disruptivo del siglo XXI, pero completamente contrario al aprendizaje escolar que es, mayoritariamente, controlado, reglado, único y limitado. Es lógico, por tanto, que quien siga viendo a la Escuela como un lugar de aprendizaje únicamente formal y encorsetarlo en unas reglas y unos hábitos establecidos desde hace muchísimo tiempo (y aquí podemos encontrar a la administración, muchas familias, muchos docentes y muchos alumnos) no vea con buenos ojos el modelo BYOD, mucho más aceptado por quienes pensamos que la Escuela debe abrirse al aprendizaje informal mucho más personalizado, ubico, cercano y disruptivo.
Porque la alternativa al modelo imperante de “arréglatelas como puedas”, también conocido como el de “Juan Palomo” o como “ahora qué hacemos”, o también BYOD en muchos casos, es volver a dotar a los centros, pero, me pregunto:
- ¿A todos? Es decir, ¿la misma dotación, salvando diferencias entre sus tipos (niveles, tamaño, etc), para todos los centros, algo muy parecido al primer modelo de “centro TIC”?
- ¿Qué dotación?, ¿Portátiles, tabletas, fijos, un popurrí?
- ¿Quién la decide? ¿El centro, la administración?
- ¿Quién se encarga de ella? ¿Cuánto dura la garantía de los equipos?, ¿Qué recursos (personal y horas) se le podrían dedicar?
- ¿Con qué conectividad? La que hemos conseguido en la mayoría de los centros con el programa Escuelas Conectadas es muy buena, pero se debería mejorar si se van a utilizar más dispositivos.
Desde mi punto de vista, la única solución posible, que no fácil por lo que supone de diversidad de opciones, es hacer dotaciones a la carta, según los proyectos que presenten los centros. Pero proyectos serios y comprometidos que tengan garantías de cumplimiento de objetivos en formación en centro de sus docentes, en realización de proyectos, en creación de materiales y en digitalización de centros y comunidades. Que las dotaciones se utilicen y se les saque provecho, que no vuelvan a abandonarse, que no terminen convirtiéndose en un obstáculo y se les haga desaparecer arrinconándolas en algún oscuro almacén o cubículo del centro como ha ido pasando con las anteriores.
Pero para eso hace falta inversión, pero sobre todo tener claro el objetivo: que la Escuela Pública prepare a sus alumnos para su presente y sus futuro, no para su pasado. Va a ser difícil, pero ya hemos tenido experiencias suficientes para no volver a caer en errores pasados. Así que si hay que ir, se va. Y mientras esto arranca, BYOD que te crió.
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